Entre pinturas y tiempo

Habían estado pintando, ella descubriendo apenas trazos y sombras, él improvisando los colores que le provocaba ver su piel, rozarla como no queriendo, dejar caer una gota sobre su muslo, que resaltara el verde en su blanco perfecto, volverla espiral con la punta de su dedo, combinarla con algunas notas amarillas, naranjas, unos puntos guiando hacia su entrepierna, buscar el vientre con un tono turquesa, sus senos en un rosa palpitante, como su respiración, como sus labios hinchados de morderlos entre miradas y combinaciones, hasta que no pudo más, besándola y derramando un remolino sobre su cuerpo, líneas difuminadas, colores mezclados, sudor y luz, cambiaron los tonos, una y otra vez hasta quedar exhaustos. La miró y sonrió satisfecho.

-Justo así lo imaginé – susurró mientras retocaba una línea curva bajo su ombligo – te ves realmente hermosa.

Ella se sonrojó completamente, sólo para completar el cuadro.

Sintió frío en sus piernas, abrió los ojos y vio su cuerpo traslúcido y limpio, tardó unos segundos en comprender ¡lo había soñado todo! Había sido tan real, casi podía sentir sus yemas pintándola, esbozó media sonrisa, ¿será que algún día sucedería?

Habría que darle tiempo al tiempo.

Cuando las pasiones convergen

Ella llegó rayando las diez de la mañana, nerviosa y apenas para empezar. Llevaba su vestido azul con pequeñas flores rosas, sus tenis a tono y el cabello naranja, había elegido su cuento favorito y tomado miel con limón para abrir su garganta y afinar la voz.

Estaba estirando el cuello y soltando los brazos cuando lo miró sentado entre los niños, se le hizo un hueco en el estómago y sintió como su corazón se volvía colibrí. Al darse cuenta que lo había encontrado sonrió socarronamente, le lanzó una mirada de las cejas a la curva de las rodillas, preguntándose que habría bajo ese vestido infantil y floreado.

-¡Hey sigues tú! – la empujó su mentor – saca esas voces esta vez.

Ella tomó el micrófono y dejó salir su voz de niña conectándose con el grupo de pequeños que la miraba curioso, lleno de expectativas e imaginación.

Justo al terminar, en medio de los aplausos sintió vibrar su celular: «lograste que imaginara cada palabra, ahora quiero saber qué hay bajo el vestido.»

Sonrió y tecleó: «la biblioteca, segundo piso, pasillo B, diez minutos.»

Los besos fueron interminables, las manos irreverentes y la espalda hormigueaba, llegó bajo su falda ¡por fin!

-¡Wow! – susurró en su cuello al percatarse de que era sólo piel entre flores.

Los libros temblaron junto con sus cuerpos, guardándose la voz pero inventando letras entre el vientre y la espalda. La besó una última vez con el rostro entre sus manos.

-Qué buena historia señorita cuenta cuentos.

Ambos sonrieron en silencio y salieron por pasillos diferentes.