Tarde de asueto

Entró en ella decidido e implacable, en el camino le tocó el alma, el corazón y los recuerdos, sus caderas bailaron tango y cada arremetida olía a lava caliente.
Disfrutaron cada paso del baile, elevando el pecho, aferrándose a sus nalgas buscando entrar aún más profundo, podían escuchar el sonido de sus cuerpos estremecidos mientras se besaban,  mirándose, sonriendo, conectándose.
Inevitablemente sus alas se encendieron inflamando toda su piel, entre gritos entrelazaron sus manos guardando en ellas el sol que inventaban juntos.
Con los cuerpos enredados fueron recuperando el aliento, sin parar de tocarse, de sonreír.
-Te quiero ¿lo sabes verdad?
-Si, pero me encanta que me lo digas -dijo guiñándole un ojo- también te quiero y mucho, guapo.
-Anda, te invito una cerveza y unos mariscos, seguro tienes hambre.
-Mmm pero ¿acaso me conoces? -preguntó socarrona.
Recuperaron sus ropas y se montaron a la Harley, era día de asueto y salir en motocicleta completaba el gusto y la cercanía.

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Locura en el autobús

Reuniones de trabajo los hicieron coincidir en la misma ciudad, por primera vez se dieron el tiempo de recorrer el centro, tomados de la mano, sin prisa y disfrutándose.
Encontraron un lugar pequeño y sofisticado, Loló se llamaba. Pidieron un par de cervezas artesanales, Costera, blond ale con notas a frutas y cítricos, en el fondo un grupo en vivo tocando rock suave, justo cómo les gustaba a los dos.
Hablaron de todo y de nada, bromearon e, incluso, arreglaron un pequeño mal entendido.
-¿Me quieres mucho? -Preguntó mirándola a los ojos.
Ella entornó la mirada y le dijo acercándose:
-Si.
-¿Así cómo soy? ¿Así de mamón y testarudo?
-Si, aún así. Creo en tus intenciones y que, muy a tu modo, cuidas de mi.
-Siempre preciosa.
El encanto se terminaba y debían volver, autobús esta vez, una nueva experiencia que compartir.
La unidad venía prácticamente vacía, salvo por ellos y un par de doñas encopetadas en la parte de atrás. Abrió su computadora y le dio a escoger entre más de diez películas, optó por Moonlight, habría que ver porqué se había hechó merecedora de la estatuilla del Oscar.
Casi por terminarla sus manos se pusieron juguetonas, cerró la lap y se aventuró por debajo de su blusa de colores, encontró sus pezones y su lengua invadió su boca, ella le correspondió intensamente y después de un rato de tocarse bajo la ropa ella susurró:
-¿Qué pretendes poniéndome así?
-Tú dime -respondió retador.
Se irguió para decir:
-¿Ah si? -Al tiempo que miraba sobre los asientos en busca de las encopetadas, dormidas.
Se apresuró a deshacerse del pantalón azul y la pequeña tanga de encaje naranja, divertida ante la expresión de incredulidad que asomaba en su rostro pero que no lo detuvo de abrir la bragueta de su pantalón gris oxford.
Se montó sobre él sintiendo cómo la tocaba hasta el fondo, quedándose inmóvil mientras sus manos se adueñaban de su trasero acercándola aún más, empujando, queriendo fundirse, ambos conteniendo los gemidos en la garganta.
No tardaron en convertirse en lava aferrándose el uno al otro para no gritar, ella se desplomó sobre su cuerpo, temblorosa y sonriendo. Se acurrucaron y quedaron profundamente dormidos, juntos todo estaba bien y se detenía el mundo, juntos era el mejor lugar, incluso en un autobús.

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Paraíso de ejercicio

Llegó trotando a la casa, enfundada en un body de lickra gris con morado y sus tenis nuevos, un regalo de él, cada vez que lo recordaba sonreía.
Entró a la cocina buscando su agua de limón con pepino y se topó con su figura aún en su uniforme del equipo de fútbol, se giró y le lanzó una sonrisa sorprendida:
– Que me has encontrado con las manos en la masa -dijo señalando la cerveza Stella Artois que sostenía en su mano.
-Jajaja y yo buscando mi agua fresca, ahora tendré que probar de ese brebaje raro que tienes ahí -respondió coqueta mientras se acercaba mojando sus labios.
Bebió un sorbo de cerveza y se acercó a su boca compartiéndole un poco, él la aferró por la cintura atrayéndola hacia su cuerpo, ella acomodó sus caderas y se recargó buscando contacto, piel, más besos.
La tomó de la mano y subieron hasta la regadera, la ropa sudada en el piso y el vapor cubriendo sus cuerpos, dejaron que el agua corriera por su piel mientras sus manos la cubrían de espuma, se resbalaron uno en el otro, sin prisa, disfrutando las sensaciones, la cercanía y el calor, hasta que tocarse no fue suficiente, necesitaban fundirse, inventarse desde dentro.
Escurriendo y entre toallas cayeron sobre el edredón azul, el ímpetu casi los lleva al piso en una vuelta y ambos rieron con ganas, él la acomodó en el centro antes de cubrirla con su pecho y penetrarla, ella gimió aferrándose a su espalda y cercándolo con sus piernas, los dos perdieron conciencia, dejándose caer en el mismo precipicio, tibio y alborotado, hasta hundirse en el fondo, estremecidos y felices.
-Uuuuufff a esto le llamó yo ejercitarse -dijo ella en cuanto recobró el aliento.
-Jaja buenas tardes preciosa, ¿qué tal una cerveza y una película?
-Mmmm seguir en el paraíso, ¡cuenta conmigo! -dijo tomando las toallas y contoneando el trasero que sabía estaría mirando, sonrió mordiéndose un labio, sería una tarde estupenda.

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Danza al final del día

Coincidieron en el garage de la casa, él le sacó la lengua desde su audi y ella le sonrió bajando de su mini Cooper. Había sido una jornada intensa pero, tras cerrar la puerta a sus espaldas, sólo quedaban sus manos y sus ganas, su complicidad para contarse los chismes jugosos que luego los hacían reír a carcajadas y la botella de tinto afrutado que los esperaba en el refrigerador.
Se besaron largamente disfrutando de la textura de sus lenguas danzando y cortejándose, saboreando las notas de zarzamora del vino y apretando sus caderas sobre el mostrador de la cocina.
Hicieron el amor despacio, redescubriendo su piel y su alma, entregando calor y luz en cada abrazo, mirándose profundo mientras la revolución empezaba en sus vientres, impactándolos, derramando sol y vía láctea.
Se acurrucaron un rato en silencio, respirándose, él dibujando caminos en su espalda, ella besando su cuello.
Se enredaron en la manta gris y tomaron sus copas, brindando coquetos y melosos.
-¿Te dije que le han quitado la cuenta nueva a María José? -preguntó levantando una ceja y en tono totalmente lavandero.
-No -respondió sonriendo socarron – pero seguro vas a contármelo todo.
Así empezaba la danza que los desterraba del mundo para llevarlos a ese universo en dónde nada podía tocarlos, en dónde eran uno y podían reescribirse, inventarse y continuar enamorándose.
¡Salud!
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